martes, octubre 18, 2016

S O U 001

1 El  libro  de  Argidectura

M
ira con desconfianza la imagen que el espejo le devuelve de sí mismo; tal vez no sea, tal vez tenga cara de escarabajo o de pez. Huye, corre por laberintos hasta llegar al cubo donde transcurre sus noches. Las paredes están despintadas y forman imágenes: un león, una casa, un escarabajo, un automóvil. Antes le parecían fantasmas; siempre supo que su padre era un fantasma y su madre era la torre del reloj. Pero ahora el mar por la ventana empañada; escribir palabras en el vidrio, nombres. Con el frenesí de los niños que comienzan a descubrir el universo de las palabras, escribió un poema. Hablaba de las gotas de lluvia, hablaba de unos ojos celestes que tal vez sean verdes.

La tarde, una resignación de neblinas y lágrimas, era como un humo denso que asfixiara el corazón. Tal vez otro espejo, u otra manera de decir o no decir; lo salvaría de la monotonía hiriente, de moscas atrapadas en la telaraña, de burócratas sellando el aburrimiento en papeles cuadrados. Pero el único espejo era el omnireflejante de la soledad, y la única forma de decir era el silencio. Tomó el poema que había escrito y lo leyó en voz alta:

Cae la lluvia lentamente sobre los cristales,
gotas débiles que sueñan...

Se detuvo porque un enorme ruido proveniente de la habitación había comenzado. Algo difícil de describir. No supo qué era y se dirigió hacia allá. Al llegar no vio cosa alguna fuera de lo común, sólo un pequeño escarabajo que caminando por el suelo se metió debajo de la cama. Juan se dijo que tal vez fuera el viento. Volvió al living, se sentó en un cómodo sillón a ver pasar la vida.

Tomó un libro de la biblioteca que tenía en su casa, esa que fue de sus abuelos. Un libro que no había visto antes. Leyó el título en voz alta: “Argidectura, un circular“. En la primera página se encontró con el prólogo. Aquí podré saber qué es la argidectura, pensó Juan; comenzó a leer: Más allá de la forma y el espacio la esencia de las cosas es la sustancia; del mismo modo, más allá de las anécdotas y las circunstancias nuestra esencia es el amor. La argidectura se ocupa del estudio del amor. El amor en sus diversas manifestaciones siempre es uno y el mismo. Su rival es el odio, que también es siempre uno y el mismo. Ocurre a veces el desgraciado suceso de confundir el odio con el amor, o viceversa. Es tan alto y profundo el significado que le concedemos al amor, que su sola mención nos mueve a actuar. Pero ¡vaya pena!; que existen personas que sabiendo de tal significado utilizan la palabra "amor" para, sin sentirlo y con el objeto de lograr de los demás respuestas que desean, fines de bajo valor. La argidectura nos ayudará a ayudarnos, ayudando al amor. En la playa las personas parecían jarrones, o tal vez paraguas. Juan levantó la vista del libro y al ver el espectáculo de la puesta de sol; con los ojos fijados al horizonte abrió sus manos distraídamente y el libro, no contradiciendo la ley de Newton, cayó. En el suelo el libro quedó abierto en una página que decía: El límite del día es el atardecer; así, quien se aferra a los sentidos pierde finalmente la razón de sus empeños pero quien sabe desde niño que las mejores cosas están adentro no verá decaer las fuerzas de su libertad.

Un enorme ruido proveniente de la habitación había comenzado. No sabiendo qué era se dirigió hacia allá. Al llegar no vio cosa fuera de lo común. Sólo un pequeño escarabajo que se metió debajo de la cama.

Juan quedó perplejo, porque el ruido era similar al anterior y porque ahora no le pareció que fuera el viento. Tomó el libro de argidectura y lo abrió en una página elegida al azar: el poder de la mente nos asusta, porque dudamos del corazón.

Dejó el libro en la biblioteca, pero con la firme decisión de leerlo en los días venideros. Luego salió de la casa, repitiendo para sí: el poder de la mente nos asusta. Caminó hacia la playa oscurecida ya. En la noche se confundió con el silencio. La luna bailaba con las olas la misteriosa danza de las soledades, al compás de ráfagas de viento y caracoles estáticos. Pensó en otras noches y otras lunas y otros mares. Le dolía la persistencia de una pena sorda; y rodaban sus ojos por esa arena que era como las constelaciones, hundiéndose en las órbitas silentes.

Los pasos lo condujeron hacia su casa, cruzando las constelaciones y dejando huellas. Cuando el amor pasa por nosotros deja huellas que no se borran más. Al llegar; un torbellino de palabras sonó en su mente, un torbellino de imágenes se presentó. No pudiendo controlar el barco de sus sentimientos, naufragó en las profundidades oscuras. Pero aquella frase lo salvó: El poder de la mente nos asusta, porque dudamos del corazón.

La puerta retumbó con un quejido de molinito de juguete. Las paredes, al encender las luces, aparecieron en su extensión única. Las ventanas hablaron del viento y de la lluvia que recomenzaba. Parado, entre cosas sin vida, se sintió una sombrilla clavada en una playa de un planeta muerto y desconocido. Algo moría, lo supo con el parpadeo rápido de una bombita y con el parpadeo rápido de su corazón. Le dolió un vacío cósmico, una angustia de cantos rodados.

Caminando por el living, y luego las habitaciones, sintió que su casa era demasiado grande, y que su vida era demasiado chica. Tomó una foto entre sus manos y se quedó mirándola. ¿Por qué te fuiste tan lejos?, dijo finalmente y guardó la foto. Los trenes de la ansiedad tocaron sus silbatos, las estaciones se confundieron en un delirio de espacios y tiempos, las horas indicaron sus presencias de campanadas de reloj y el hambre sugirió la cena.

Una expedición a la heladera, y cuando había elegido los alimentos se dispuso a darles forma conveniente. Fósforos, que nunca están. Pero se detuvo con ojos asustados, porque un enorme ruido proveniente de la habitación había comenzado. Se dirigió hacia allá. Al llegar no vio cosa fuera de lo común. Sólo un pequeño escarabajo que se metió debajo de la cama.

Inútil intentar describir su estado de ánimo. Sin embargo, como si nada hubiera ocurrido, encendió el horno y preparose la cena. Mientras comía lo invadió un recuerdo. Él era un niño y caminaba por el jardín...

Tragó un bocado demasiado grande y le dolió la garganta. En el estómago la comida producía una satisfacción desconocida. Pero a tanto dolor y tanta pena, ¿Dónde encontrar remedio? ¿Dónde una tabla salvadora o unos labios que sonrían? ¿Dónde unos ojos que nos miren? Y Juan comía, con su peso de siglos Juan comía ¿Cómo puede caber en un joven tanta melancolía? Y Juan comía, con su carga de sombra Juan comía.

El plato y los cubiertos en la mesa, Juan en algún rincón. Aparece detrás de una cortina. Juan cuenta las estrellas. En el mayo de los locos las palabras sobran. Pero él no quiere enloquecer. Toma un papel y escribe. Se distrae el escritor y pierde la primera parte de la carta de Juan, vuelve de su distracción y copia: “...te recuerdo desde aquella tarde. Porque siempre te quiero. Regresa”. El escritor vuelve a distraerse. Juan termina la carta “...tengo abiertas las puertas, no las cierres. Siempre te amo.

Juan”

Tal vez no haya buzón para esta carta, o tal vez Juan ignore que ella nunca volverá.

Un enorme ruido proveniente de la habitación había comenzado. Se dirigió hacia allá. Al llegar no vio cosa fuera de lo común. Sólo un pequeño escarabajo.

Habría que aprender a convivir con ese ruido.

Ver anterior  http://paginantes.blogspot.com.ar/2016/10/s-u-e-000.html

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SÓLO UN ESCARABAJO cap 2

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